PÁRIX, ¿SABES QUIÉN FUE JUAN PÁRIX?

Es preciso hablar de dos Juanes

Esta escuela se denomina con el acrónimo correspondiente a Programa de formación de los Agentes de la cadena del libro para la Recuperación y transformación a través de la Innovación y la eXcelencia profesional. No obstante, este nombre también constituye un humilde homenaje a Juan Párix de Heidelberg, el primer impresor en España.

En realidad, deberíamos hablar de la historia de dos Juanes: a la de Juan Párix se le une la de la figura crucial que fue Juan Arias Dávila. Ambos nombres están vinculados al primer libro impreso en España, el Sinodal de Aguilafuente (1472), concretamente en la ciudad de Segovia. Juan Arias Dávila fue obispo de la milenaria ciudad castellana desde 1466 y destacó por sus grandes esfuerzos reformistas. Estos se plasmaron en el Estudio General de Segovia, un proyecto orientado a reformar el clero y profesionalizar su estructura burocrática a través de la formación. Esa es la razón por la que decidió emprender la edición de textos de contenido jurídico. Se piensa que Arias Dávila pudo conocer el invento de la imprenta de tipos móviles, durante su estancia en Roma en 1470 (la primera por aquellas tierras se instaló en el monasterio de Subiaco en 1464). Y la imprenta le condujo a Juan Párix, que trabajaba allí, al pie de la revolución tecnológica que supuso el invento. Tal es el motivo de que Arias Dávila no dejara escapar la oportunidad y lo llamara para instalar su imprenta en Segovia.

Juan Párix de Heidelberg

Heidelbergensis es el nombre con el que se conocía a Párix y aludía a su ciudad de origen, Heidelberg. Esta se encuentra cerca de Mainz, donde Johannes Gutenberg fundó la primera imprenta, razón por la cual hay investigadores que consideran altamente probable que Párix aprendiera el oficio allí.

Tras su etapa de aprendizaje Párix debió asentarse en Roma, ya que, como han señalado varios expertos, la tipografía que usa en su taller segoviano es la que se conoce como «tipo romano». Sin embargo, no tenía la propiedad de ninguna imprenta y debía ser uno de los trabajadores de alguna de ellas, por lo que no hay constancia documental de su nombre en esa etapa.

La Casa de la Imprenta de Segovia se situó en la zona de las Canonjías, localización que tiene cierta lógica al ser un proyecto vinculado al obispado. Concretamente estaba frente a la catedral vieja, destruida durante la guerra de las Comunidades (ahora ocupan este lugar los jardines de enfrente del castillo). Este taller operó en una de las ciudades con más instalaciones industriales de la época, tales como el Ingenio o Casa de la Moneda o las múltiples fábricas de paños y textiles, que se exportaban a muchos lugares.

Un proyecto editorial

Pese a que se considera probable que la imprenta segoviana de Párix produjera más títulos, hoy solo se conservan ocho publicaciones, que nos indican su carácter programado o la existencia de lo que hoy llamaríamos un «proyecto editorial» de Arias Dávila. Este proyecto trataba de servir de apoyo a la estrategia educativa y reformista del obispo, que era también superintendente del citado Estudio General de Segovia.

El catálogo muestra una labor de selección y una intención editorial, basada en la voluntad de difundir unos textos destinados a formar al clero y fomentar una dinámica de reforma. La mayoría son de contenido jurídico y alguno se refiere a cuestiones teológicas. Entre estos se encontraban el primer texto impreso en España, el Sinodal de Aguilafuente, que se centraba en la normativa de impulso reformador del clero; obras como el Repertorium de Juan de Milis, que recogía una serie de textos jurídicos fundamentales para los eclesiásticos; los Singularia, con estudios breves de Ludovico Pontano; las Expositiones nominum legalium, para la formación de no juristas en conceptos y terminología jurídica romana; el texto de contenido jurídico Apparatus super libros Institutionum de Juan de Platea y las Glosas a los Ordenamientos de Alcalá y Briviesca, que ofrecía dos textos legislativos relevantes en esa época. Los de naturaleza más teológica son el Modus confitendi de Andrés de Escobar y los Commentaria in symbolum «Quicumque vult» de Pedro de Osma.